No soy una excepción. Mi muerte personal es una certidumbre que me incomoda hoy tras haberme aterrorizado en mi adolescencia. Reviví ese terror cuando los ojos agudos de la imaginación me mostraron la imagen muerta de un planeta en el que nada habrá que haya pertenecido a la humanidad de la que soy parte. La muerte individual parece poco ante esta mano del tiempo que, inevitablemente, acabará barriendo de la tierra a los hombres y a sus obras. El hombre estará, entonces, definitivamente muerto. Y si estuviese vivo aún el algún lugar, si hubiese transportado su casa a otro planeta, quedará este globo aún como un remordimiento – un bien que no mereció, y que por eso fue perdido.
Morirá la tierra, y será lo que es la luna hoy. Esperamos al menos que su historia no sea para siempre ese tapiz de miserias, guerras, hambre y torturas que hasta ahora ha sido. Para que no empecemos a decir, ya hoy, que el hombre, en definitiva, no valió la pena.
José Saramago
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